martes, agosto 08, 2006

Basta de simulaciones

grupo reforma:

"Jorge G. Castañeda
La consigna de voto por voto, casilla por casilla, fue un verdadero hallazgo de López Obrador. Es accesible, es sencilla, parece cierta y es casi irrebatible. El problema, sin embargo, es que como todas las sobre simplificaciones, cuando se trata de conceptualizarlas, la fuerza argumentativa se desvanece. Es lo que le ha pasado a López Obrador en sus presentaciones ante el Tribunal Electoral y ante el tribunal de la opinión pública. Hay una contradicción interna insalvable en su planteamiento.

Por un lado, arguye que hubo una 'elección de Estado', es decir que mediante la intervención de Fox en el proceso electoral, mediante los spots de los grupos empresariales o de empresas individuales, o mediante la utilización de programas sociales como Oportunidades, o mediante la guerra sucia, se violó el principio de equidad en el proceso. Por otro lado, dice que en las urnas él ganó, dependiendo del día y de su estado de ánimo, por entre 500 mil y 1 millón 500 mil votos. Cualquiera de las dos tesis puede ser cierta; el pequeño problema es que ambas no lo pueden ser simultáneamente. Si hubo elección de Estado, y se violó el principio de equidad por las razones que arguye, entonces AMLO perdió: ilegalmente, inmoralmente, a la malagueña.

O a la inversa: López Obrador ganó en las urnas, si se recuentan los votos así quedará demostrado, y la ventaja de 244 mil votos de Calderón desaparecerá. Y la elección de Estado no habrá servido de nada, es decir no habrá afectado el resultado. Este es el criterio que el Tribunal Electoral mexicano y cualquier autoridad electoral en el mundo utiliza para anular una elección, gracias a las llamadas "causales de nulidad abstracta": ¿la violación de la equidad alteró el resultado o no? Como los lagartones que rodean a López Obrador no tienen un pelo de tontos, y saben muy bien que estas dos posturas son mutuamente excluyentes (principio del tercio excluido), es preciso determinar por qué han decidido presentar las cosas de una manera tan ambigua.

La razón es que detrás de esta contradicción, y detrás de la consigna callejera del voto por voto, hay otra estrategia, como en las matrioshkas rusas, y esa otra estrategia requiere de los famosos tontos ingenuos de Lenin, o de la clásica simulación mexicana, para funcionar. Abrir es anular, cualquier persona honesta y mínimamente informada lo sabe. En parte porque los ciudadanos que cuentan los votos se equivocan; en parte porque los medios amplifican cada error de buena fe; en parte porque todos, y todos, repito, todos, probablemente fueron menos que 100 por ciento escrupulosos en las casillas, donde pudieron despacharse con la cuchara grande para cualquier lado (las no vigiladas por todos, que fueron muchas). El espectáculo de circo romano en el Estadio Azteca, bajo las cámaras y los reflectores del mundo entero, de recuento de casi 42 millones de votos conduciría, no a un triunfo de López Obrador, ni tampoco a una ratificación de Calderón, sino a la confirmación del "cochinero". Y ante el "cochinero" no hay nada más que hacer que alzar las manos y recurrir a la estratagema predilecta de la clase política mexicana: erigir la sabiduría popular en edificio conceptual.

"Ni tú ni yo": ante el "cochinero" la mejor solución es la no declaración de validez de los comicios, la elección de un Presidente interino el 1o. de diciembre por el nuevo Congreso y otra elección a más tardar 18 meses después. Según esta tesis de lo que sería evidentemente un golpe de Estado blanco (y los que invocan precedentes latinoamericanos deberían de recordar el de Juan María Bordaberry en Uruguay en 1973), con esto se resolvería todo. Nadie gana y nadie pierde, se evita el estallido social o la Presidencia espuria, no gana la izquierda ardida ni la ultra derecha enardecida, y México sale adelante. Lo que es más, ya hasta circulan las quinielas con dos punteros: Cuauhtémoc Cárdenas y Juan Ramón de la Fuente. Ojalá los que estén acariciando la tesis golpista del interinato se den cuenta de su irresponsabilidad y reculen, o se quiten las máscaras y la admitan. Y ojalá los pre-pre-precandidatos rechacen categóricamente una semejante barbaridad. Ni deberíamos de mencionarla, pero peor es silenciarla. Basta de simulaciones."